Anécdotas de un músico viajando en BlaBlaCar
Aprovechando esta semana de vacaciones, al menos en el ámbito de la educación, y sin ánimo de patrocinar ninguna empresa, comparto el texto publicado por Eduardo Sánchez-Escribano en su entrada Diario y anécdotas de un músico en BlaBlaCar. Trata de vivencias experimentadas por los músicos cuando se desplazan en vehículo con desconocidos. ¡Ahí va!

Carril musical en Japón
Cierto es, y además de verdad, que me encuentro algo confundido actualmente sobre los cánones, muestras y grados de confianza que ejercemos las personas entre nosotros mismos, tanto entre gente de un mismo círculo como entre desconocidos.
Por un lado, existe y está extendida la idea de que ahora la gente confía menos entre sí, juicio que se ve fuertemente reforzado cada vez que abrimos un periódico o sintonizamos cualquier programa de noticias convencional pero, por otro lado, existen otras contrastantes experiencias que te hacen, de forma automática, sentirte más humano y profundamente realizado, o por lo menos esas son las sensaciones que brotan en mí cuando me expongo a ciertas vivencias.
Debido a mi trabajo (músico), me expongo a una vida total o parcialmente nómada (a rachas), además, al tener que transportar normalmente uno o varios de mis instrumentos, y sumado al equipaje y otros materiales que cualquier persona lleva consigo cuando realiza viajes, me resulta más cómodo y funcional trasladarme en mi vehículo que en otros medios de transporte como el autobús de línea o el tren.
Dicho todo lo anterior, es necesario que nombre y agradezca la existencia de plataformas de economía colaborativa como es el caso de BlaBlaCar (creo que no es necesario ahondar ya que es bastante popular). Para mí, más que una empresa es una oportunidad, siendo también preciso comentar que ésta no es la única plataforma que ofrece a los usuarios viajeros el servicio de compartir vehículo en sus desplazamientos, ya que existen otras que ofrecen similar prestación, aunque no exactamente igual, o al menos eso tengo entendido porque, sinceramente, no he usado ninguna de éstas otras al estar plenamente conforme con la mía de confianza.
Personalmente, más allá de abaratar los costes de un viaje convencional de trabajo u ocio, me parece una experiencia especial y sin precedentes en nuestras vidas cotidianas, o al menos en la mía. Publicas o buscas tu viaje, concretas y quedas en un punto y hora exactas, te presentas a todas las personas con las que vas a viajar y… ¡ta-chán! Empieza la magia. Repentinamente, te encuentras en el interior de un vehículo con entre uno y cuatro desconocidos a los que previamente solo has conocido por una foto de perfil y un puñado de repetitivos y despersonalizados comentarios de otros usuarios.
Sea como fuere, ya estás dentro, confiando en otras personas para que se metan en tu coche o para que te desplacen de un lugar a otro, y el coche ya ha echado a andar para, muy posiblemente, unas cuentas horas. Entonces, rápidamente, el más avezado de todos inicia una conversación lanzando algún comentario o típica pregunta para romper el hielo. Los comienzos son siempre bastante similares, por no decir prácticamente calcados, pero, a partir de esa enlatada situación, cada viaje suele resultar una experiencia personal sin precedentes.

Señal vertical: carretera musical
En verdad, podría enumerar decenas situaciones anecdóticas (ninguna negativa o alarmante) que he presenciado con las aproximadamente ciento cincuenta personas con las que me habré podido topar ya en BlaBlaCar (eso daría para dos o tres artículos, al menos), personas, a su vez, de todo tipo de edades, ideologías, empleos, niveles de estudios y experiencias personales, procedencias (nacionales e internacionales), etcétera.
Es precisamente esa diversidad, la obligada espontaneidad del momento y la ubicación que todos presentan fuera de su zona de confort social como punto de partida, la que convierte dicho viaje en una situación difícil de vivir en un contexto ajeno a éste, pues muy raramente te vas a sentar durante, posiblemente, cerca de tres o cuatro horas con desconocidos, gente, a priori, distinta a ti y con muchas cosas por descubrir y compartir los unos con los otros y los otros con los unos. Además, existen altas posibilidades de que no te vayas a encontrar con ninguna de esas personas ninguna vez más en tu vida.
UN MÚSICO EN BLABLACAR…
Ahora bien, pasado el preludio en el que he desnudado vagamente mi visión y experiencia como usuario de esta comunidad, me gustaría profundizar en lo que específicamente me respecta como joven profesional de la música.
Se podría decir que los músicos, quitando nuestras familias, amigos de la infancia y otros reducidos círculos de personas cercanas a nosotros, no entramos en contacto frecuentemente con terceras personas ajenas a nuestra profesión o, mejor dicho, a nuestra forma de vida, puesto que ser músico supone algo más que el mero hecho dedicarse a algo laboralmente.
El hecho de viajar en BlaBlaCar siendo músico te hace de sentirte ciertamente “peculiar” respecto al grueso de la gente con la que coincides y con vidas aparentemente “más normales”, aunque te puedes encontrar con personas e historias absolutamente increíbles e inimaginables.
Dicho esto, me gustaría enumerar ciertas ideas, criterios, estereotipos, juicios y otros denominadores en común que he encontrado y he sacado en claro de las conservaciones y experiencias vividas hasta ahora.

Clave de Sol en carretera japonesa
1- Músico = hombre orquesta
Este estereotipo es de lo más generalizado. Aquellas personas que no han conocido previamente a nadie que se dedique plenamente a este arte como profesionales, suelen pensar que, por el mero hecho de tener este empleo, adquieres o debes poseer la capacidad de tocar y dominar numerosos instrumentos (muchos, cuantos más, mejor).
Generalmente, no suele ser muy complicado de explicar que bastante complicado es de por sí llegar a adquirir un nivel de experto sobre uno sólo (y su familia de instrumentos si corresponde), como para estar intentando diversificarse. También, es cierto que el concepto que muchas personas que no saben nada de música tienen sobre el tocar un instrumento es el siguiente: si sabes cogerlo aparentemente bien (sin que se te caiga) y logras emitir un sonido a través de él que no suene mal del todo, sabes tocarlo.
2- Desconocimiento y respeto
Otra generalización que he sacado en claro durante mis viajes, es que la sociedad tiene un profundo desconocimiento sobre lo que significa ser músico y dedicarse a ello. Mezclan imágenes y visualizaciones que están en sus cabezas (y que previamente han sido consumidas de medios audiovisuales) de orquestas sinfónicas, grupos modernos, músicos callejeros, el coro de misa con el órgano, carteles o spots publicitarios, etcétera, pero normalmente no tienen ni idea y así te lo suelen manifestar sin rodeos.
No obstante, dicha ignorancia suele ir ligada a un gran respeto, ya que todo el mundo coincide en el siguiente prejuicio: no tienen idea alguna pero sienten y tienen entendido que es algo verdaderamente complicado y sacrificado. A todo esto, suele ir ligado algún típico comentario como: “un primo mío empezó a tocar (cualquier instrumento) pero lo dejó porque pensaba que le iba a resultar más fácil”, o “yo sólo recuerdo que cuando tocaba la flauta en el colegio me costaba muchísimo leer las partituras y me la tenía que acabar aprendiendo las canciones de memoria, ¡qué difícil era!”
3- Desubicación académica y laboral
Al igual que existen otros trabajos más populares o menos desconocidos, la gente con la que me he cruzado no suele tener muy ubicado el perfil de músico profesional dentro de un marco académico y/o laboral. A las personas les suele sonar que es algo que se estudia durante muchos años en un lugar llamado “conservatorio”, pero normalmente no suelen saber nada más. No se hacen una idea concreta sobre qué tipos de estudios son los que se realizan, es decir, si son medios o superiores, oficiales o no, universitarios o sólo post-obligatorios, qué estructura presentan (elementa-profesional-superior).
Igualmente, tampoco conocen el amplio abanico de profesiones a las que podemos acceder y, en primera instancia, desconfían de que podamos llegar a dedicarnos íntegramente a la música sin necesidad de que tengamos que estar buscando otras fuentes de ingreso que nos permitan seguir dedicándole tiempo y esfuerzo a “nuestra pasión”, caso que a veces se da pero no mucho más lejos que en otras disciplinas académicas. Por encima de todo, es normal que los no músicos estén desubicados con nosotros, pues nosotros mismos lo estamos muy frecuentemente dentro de nuestro propio sector.
4- Frustración musical
Este es mi favorito y, a su vez, uno de los que más me motivan a la hora de seguir investigando y defendiendo el valor de la música como motor personal y social. A un alto porcentaje de mis pasajeros (cerca de la totalidad), les hubiese encantado haber aprendido a tocar un instrumento musical en su infancia. Evidentemente, yo animo a todo el mundo que se atreve a decirme esto que nunca es tarde y que posiblemente, dentro de 10 años, se pueda arrepentir de no haberlo hecho en este mismo momento.
La falta de asesoramiento y aliento por alguien que ya esté iniciado en la música, sumada a la comodidad y a la inercia de la ley del mínimo esfuerzo, provocan que todas estas personas con esta frustración no inicien su andadura instrumental. Por ello, desde aquí hago un llamamiento a que animéis a todas estas personas que cumplen este perfil a que abandonen esta postura; se informen, busquen ayuda y, si la salud y los medios lo permiten, que pongan música en sus vidas antes de que sea más tarde aún.
5- Músicos en la cuneta
Tristemente, me he encontrado con un buen número de personas (las suficientes como para ser mencionadas) que dedicaron una serie de años de su vida a estudiar en alguna escuela de música o conservatorio profesional y decidieron abandonarlo. Detrás de cada caso, una historia con sus motivos correspondientes, pero entre todos ellos un denominador común: tomaron decisiones entorno a una serie de prioridades a las que sus docentes no supieron tomar como aliadas. (Entorno a este tema les recomiendo la lectura de este artículo MÚSICOS PROFESIONALES VS PROFESIONALIZARSE CON LA MÚSICA)
Como les he querido dar a entender durante los anteriores párrafos, el hecho de salir de nuestra zona de confort social, personal, académico y profesional nos hace de cuestionarnos muchas cosas automáticamente y a mirar con las gafas de otras personas todo aquello con lo que lidiamos en nuestro día a día. Entonces, la experiencia que nos brinda BlaBlaCar, y en mi caso, como músico, supone una oportunidad que, más allá de abaratarnos los costes de un viaje, nos expone a una vivencia personal sin precedentes en nuestras vidas cotidianas.